La tarea era hacer un texto a cerca del momento más feliz de mi
vida. Y pues no, nada extraordinario vino a mi mente. Sería incomprensible para
el mundo, saber que a mí me hacen feliz los momentos ordinarios de la
existencia. Ni modo que escribiera lo feliz que me hace estar en la Sierra de
San Pedro Mártir viendo la noche atascada de estrellas, o que no haya
trafico en Tijuana, o estar sentada a la orilla del mar en pleno invierno
tomándome un café caliente, o dormir con mi perra y mis
gatos y gatas, o la cena con mi familia, o la compañía de mis pocos pero excelentes
amigos. Pensé mucho a cerca del momento más feliz de mi vida
e incluí muchos momentos por el estilo. No puedo omitir recordar
los días que pasé en Mazunte, aunque no pudiera tener una
cerveza conmigo porque se calentaba en cuestión de pocos minutos. El
sol era muy fuerte, la playa estaba sola. Entonces yo
no había aprendido a nadar, pero aun así entré al mar
y sentí el agua caliente. A pesar del calor y de que la cerveza
helada era escasa, Mazunte fue mi paraíso por unos días.
Eres bien
quién-sabe-como, me dice el tipo que me vende mi lipstick favorito. Y me
enorgullece darme cuenta de que tiene razón.
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