viernes, 21 de noviembre de 2008

El día que Rosarito confirmó su condición de pueblo chico

Encontré lugar en el estacionamiento. Doña Chelo iba saliendo hecha la madre a mi llegada. Me recibieron dos carrozas fúnebres en la entrada. Ese es un numero elevado de carrozas para éste pueblo; mataron a todo Rosarito, pensé.
Al querer ingresar, salía uno con los pies por delante, intoxicado de plomo. Lo trajeron a su última fotografía en éste mundo, pues no le encontraban todas las esquirlas. Después entró otro más a la foto, también con los pies por delante. Creo que fueron seis igualitos. No hay paciente más paciente que el que ya no respira: Nada le duele, no se queja y lo mejor es que no tiene prisa.
La sala de espera estaba sola ¿De qué se trata? Para ser viernes esto está muerto, pensé. Buenos días doctor, ahorita regreso, voy por mis hijas a la escuela. Que le vaya bien Lupita. Apenas si me escuchó. Pero son las nueve y media, no sabía que el día de las naciones unidas ya fuera festivo.
- Doctor, puedo ir por mis hijas, no me tardo nadita.
- Si Estela, pero ¿apoco ya es festivo el día de las naciones unidas?
- No doctor ¿cómo cree? ¿Apoco no sabe lo que pasó?
- No tengo idea, cuénteme.
- Pues andan diciendo que van a ir a balacear afuera de las escuelas, a los estudiantes. Dicen que ya mataron a dos muchachitos en una secundaria, aquí en Rosarito y que intentaron llevarse a tres niños de un kinder.
- ¿De cuál escuela? ¿Quién dice?
- Pues dicen, doctor. Ya se han ido algunas mamás por sus hijos. Y ahora vamos otras.
- ¿Apoco cree semejante cosa, Estela?
- Pues por si las moscas, doctor López.
- Aunque si lo analizamos un poco, es una alternativa para la explosión demográfica ¿no cree?
- Ay doctor ¿Se desayunó a sus perros vivos o que?
- Vaya por sus hijas, pues.

Ahora entiendo la soledad en la sala de espera y a doña Chelo con el pie en el acelerador ¿Y ahora qué vendemos?