viernes, 17 de diciembre de 2010

YO NO ELIMINE NINGUNA ENTRADA

jueves, 16 de diciembre de 2010

Eso es tener estómago

Para obtener el premio de los derechos humanos, tuvieron que matarle un hijo. Tuvo ella que buscar quién, por qué y cómo lo mataron. Hizo el trabajo de las autoridades policiales, ese rubro que se lleva un madral de millones de pesos del presupuesto de egresos cada año; en esas autoridades que se sustentan gracias al erario publico, o sea, los impuestos que pagamos todos los ciudadanos de a pié, a los que nos afecta que suba la gasolina mes con mes, a los que nos afecta que suban el ISR, que suba la tortilla, el gas, el pésimo transporte publico; el iva que aparece al final de la cuenta del supermercado.

Y todavía sube la pobre de doña Isabel Miranda de Wallace, muy sonriente, a recibir su premio de mierda, sin escupirle la cara a Calderon. El premio debería de ser por el mejor estómago del año.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Insisto: Lo único malo de vivir sola es que no hay quien le pase a una un papel para limpiarse la nariz, ni quien le haga a una un café con canela, ni quien le haga a una de cenar algo calientito cuando se siente una de la chingada. Ni ganas de leer tenía de lo mal que estaba. Solo me metí debajo de las cobijas y escuché la television, no puedo decir que la estuviera viendo. Y pensaba cosas. Podía pensar. Y recordaba cosas. Recordé a Dehesa y me pregunté si alguien más se pregunta si duerme bien Montiel, el gabioto, el gober precioso y ese tipo de garrapatas.
Y tambien pensé que si a mi me estuviera pasando lo que al Santoyo, yo si me doy un tiro. Bueno, mejor algo que haga menos cochinero: Un mazapan IV seguido de la infusion cargadita de fenta. Eso si es parar de sufrir.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Poder de convocatoria

Desperté a medio día. Hacía mucho frio y el sol se burlaba de mí con su más hermoso brillo. No había cobija que me mantuviera lo suficientemente caliente como para querer seguir acostada, por lo que me levanté de la cama. Me preparé un té de canela y prendí la tele. Todo bajo el más estricto silencio. Afuera no se escuchaba nada ni nadie. No pasaban carros, ni había gente que hablara ni que no hablara: Simplemente estaba sola en la cuadra donde vivo. En la televisión pasaban unas caricaturas que agarre a medias y terminé de verlas. Pero el silencio era demasiado y me intrigué, por lo que decidí salir. Me quité la ropa de dormir, me puse algo casual y me fui a caminar.
Anduve por diez cuadras y no me topé con nadie. No había ni una persona, ni un vendedor de elotes ni de televisión por cable, ni de tamales, ni el del pan, ni había gordas corriendo, ni hombre guapo paseando a su perro. Ni señora vendiendo quesos.  Había perros en sus casas cerradas, había algún carro estacionado afuera de alguna casa. No se escuchaban niños, eso era lo más hermoso, por un momento quise que ese silencio fuera eterno. Analicé la situación y concluí que no me molestaba en lo absoluto la ausencia de gente. No habría ningún problema si yo no me reproducía, simplemente la humanidad se acabaría conmigo: La última mujer sobre la faz de la tierra. Creo que aprovecharía la soledad para quitar la basura de las jardineras y estar plenamente segura de que no se volverían a llenar de bolsas de plástico. También leería todos los libros que tengo pendientes por leer: El Quijote, Rayuela de la otra manera, unos libros que me regaló mi hermanita la navidad pasada. Iría a alguna biblioteca y buscaría algo de Sor Juana, no tengo nada de Sor Juana. Mientras no me quede sin café, todo está bien, pensé. Pero tuve que seguir caminando, tanta soledad me inquietaba. Demasiado bueno para ser verdad, me dije.
Después de avanzar tres  cuadras más sin ver gente, decidí pellizcarme. No fuera yo a ser un personaje del Ensayo sobre la Ceguera, de José Saramago. Definitivamente sería la esposa del primer ciego,  esa que no se contamina y lo ve todo, todo el tiempo.
Anduve por más de una hora. Mis pasos me llevaron al centro, llegué a la torre de Tijuana, avance por el bulevar Aguacaliente. Ni un emblemático taxi rojo. Pasé la  colonia cacho caminando tranquilamente y viendo los aparadores. Pasé por el antiguo Toreo de Tijuana y la iglesia del “pare de sufrir”, que también estaba vacía, ni su fe les sirvió. Avancé hacia la colonia Chapultepec, esa de gente con dinero, pero a ellos también les afectó, no había nadie. ¿Sería que pasó algo, algo importante? ¿Una bomba de algún elemento químico que desconozco y que simplemente deshaga a las personas sin afectar lo demás? No encontraba ninguna explicación lógica. Y es que no la había. Seguí caminando esperando no encontrar a nadie y así fue. Pasé por las torres del nuevo presidente Municipal y no había nadie, ni el bell boy ni recepcionistas. Subí las escaleras y las puertas estaban abiertas. Regrese a seguir caminando.
Pasando el club de golf, al subir la cuesta, se entristeció mi memoria. Era sábado. Se jugaba la final de futbol por el titulo de campeón en la primera A.  Todo Tijuana estaba ahí, convocados por los Xoloitzcuintles.
La gente que sabe leer pero que no sabe leer me desespera. Le dan en la madre al texto mejor escrito. Lo peor es que pasan por la primaria, secundaria, prepa y universidad.
Como buena mexicana, puedo culpar al sistema, a la Gordillo, a los politicos transas por los cuales los padres de familia, los dos, tienen que trabajar y no poner atencion en las tareas de sus hijos; a los maestros que tampoco saben leer, a la television que tiene a medio mundo idiotizado.

Pero no lo haré.