Creo que en otra vida fui pavo.
Odio la navidad. Mejor dicho, en lo que la han convertido. Gente enojada por todos lados, vueltos locos buscando el regalo. Pretexto para borrachos. Falsos catolicos llorando a moco tendido a las cero horas (nunca supe el motivo). Buenos deseos navideños. ¿Por qué sólo en navidad? ¿Qué hay de malo en tener buenos deseos el diez de junio? ¿O el cinco de abril?
Me pregunto qué sería de los judíos sin la navidad. No pudo haberles pasado algo mejor.
No puedo ir con el mundo. Es más fuerte que yo.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
jueves, 19 de noviembre de 2009
Loca
Soy una loca en potencia
Quiero arrancarle la piel de la cara con las uñas
o que se lo trague la tierra
para que mi alma descance
En paz
Esa paz relativa
que me han vendido desde el catecismo
Y que nadie que conozco
conoce
Quiero arrancarle la piel de la cara con las uñas
o que se lo trague la tierra
para que mi alma descance
En paz
Esa paz relativa
que me han vendido desde el catecismo
Y que nadie que conozco
conoce
viernes, 6 de noviembre de 2009
martes, 3 de noviembre de 2009
Recordando
Comí parada. Una sopa de verdura y dos tacos de chicharron en salsa roja; continúo conmemorando el día de mi muerto, aunque en realidad lo conmemore a diario con cada sorbo de café.
Me duele toda la parte de atras. Nalgas, espalda, cuello, piernas. Estar sentada tantas horas seguidas no debe ser favorable para mi hermoso, y ahora adolorido, cuerpo. Así que comer sentada hubiera sido una mentada de madre.
Celebrar el dia de muertos es algo nuevo en nuestras vidas aunque la tradicion venga desde los antepasados mexicanos, que entonces no se llamaban mexicanos. No me equivoco si aseguro que nos es muy grato reunirnos en la casa, tomar café o chocolate y platicar al calor del copal y del delicado sin filtro que se quema solo, recordandonos que fué el motivo por el cual nomas duró setenta y seis años.
Dicen que a casa de mi madre si fué, se tomó agua del vaso y unas semillas de calabaza. Conmigo no creo que se apareciera, nunca estuvo muy de acuerdo con la idea de que me saliera del nido.
El dos de noviembre es la recreación del velorio, sin tristezas ni nudos en la garganta atorados. Las sonrisas no son forzadas y el alma está en paz y resignada.
Me duele toda la parte de atras. Nalgas, espalda, cuello, piernas. Estar sentada tantas horas seguidas no debe ser favorable para mi hermoso, y ahora adolorido, cuerpo. Así que comer sentada hubiera sido una mentada de madre.
Celebrar el dia de muertos es algo nuevo en nuestras vidas aunque la tradicion venga desde los antepasados mexicanos, que entonces no se llamaban mexicanos. No me equivoco si aseguro que nos es muy grato reunirnos en la casa, tomar café o chocolate y platicar al calor del copal y del delicado sin filtro que se quema solo, recordandonos que fué el motivo por el cual nomas duró setenta y seis años.
Dicen que a casa de mi madre si fué, se tomó agua del vaso y unas semillas de calabaza. Conmigo no creo que se apareciera, nunca estuvo muy de acuerdo con la idea de que me saliera del nido.
El dos de noviembre es la recreación del velorio, sin tristezas ni nudos en la garganta atorados. Las sonrisas no son forzadas y el alma está en paz y resignada.
martes, 27 de octubre de 2009
Se buscan
Me encanta el Manu. Le mordería todos los tatuajes, me lo comería a besos. Con un hombre así de apasionado sí me caso y hasta me reproduzco.
Nadie llora, nadie siente, nadie grita, nadie sonrie, nadie carcajea, nadie regala abrazos apretados, nadie quiere hacer el ridiculo amando.
No sólo yo. La humanidad necesita hombres apasionados.
Se busca hombre apasionado, que se agarre a su ideal y no se suelte. Que defienda sus ideas en privado y ante multitudes.
Trato de ponerle nombre a alguno, pero no tengo ni uno a la mano. No le conozco. No he apretado su mano. Todos se esconden tras su disfraz de machos, o de cabrones, o de ineptos, o de dioses.
Nadie llora, nadie siente, nadie grita, nadie sonrie, nadie carcajea, nadie regala abrazos apretados, nadie quiere hacer el ridiculo amando.
No sólo yo. La humanidad necesita hombres apasionados.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Dice la Elena que después de los treinta ya nada es igual
Entraron los frijoles refritos y los huevos con chorizo de puerco, un café con leche y un Hershey's. Al colon le caen gordos todos ellos. Nomas los vió llegar y se puso de malas, se infló de coraje importandole poco su entorno.
La vesícula es muy buena onda y a todos saluda, muy socialona ella; el colon en su afan de molestar, se infló y sin querer la aplastó.
Y a mí que me cargue a la chingada éste dolor.
La vesícula es muy buena onda y a todos saluda, muy socialona ella; el colon en su afan de molestar, se infló y sin querer la aplastó.
Y a mí que me cargue a la chingada éste dolor.
viernes, 9 de octubre de 2009
miércoles, 7 de octubre de 2009
Crónica de una gripa
Empezaron a dolerme las piernas. Que raro, estando sentada. Y luego los brazos y luego la espalda y luego el cuello. Mejor voy a urgencias. Hace no se cuántos años que no me inyectaban en la nalga. Más de veinte, eso si.
Tenía lo que se requiere para quedarse en casa ¿A qué? Que gueva, mejor me cuido. Cero natacion en toda la semana, cero lunada, cero bastardos sin gloria, Tarantino tendrá que esperarme una semanita más; maldita sea, si se me cuecen las habas por ver la chingada pelicula.
Eso de tomar mucho líquido sí sirve, ya lo comprobe. Soy pesima siguiendo indicaciones médicas. No nomas médicas.
NO me ha dado calentura, solo mucho frío. No creo que mi intolerancia a la gente, esa que se ha venido dando a últimas fechas, tenga mucho que ver con mi gripa.
¿O sí?
Ya me voy a (dizque) descansar.
Tenía lo que se requiere para quedarse en casa ¿A qué? Que gueva, mejor me cuido. Cero natacion en toda la semana, cero lunada, cero bastardos sin gloria, Tarantino tendrá que esperarme una semanita más; maldita sea, si se me cuecen las habas por ver la chingada pelicula.
Eso de tomar mucho líquido sí sirve, ya lo comprobe. Soy pesima siguiendo indicaciones médicas. No nomas médicas.
NO me ha dado calentura, solo mucho frío. No creo que mi intolerancia a la gente, esa que se ha venido dando a últimas fechas, tenga mucho que ver con mi gripa.
¿O sí?
Ya me voy a (dizque) descansar.
martes, 6 de octubre de 2009
Me urgen vacaciones
Pasa que hay días que preferiría andar en otro continente, ver otras caras.
Realmente quiero decir no tratar con la gente.
Entre más convivo con mis hijas, menos tolero a los humanos. Ellas son educadas, lindas y sinceras. Nunca me enfadan.
En cambio, la gente ultimamente se ha vuelto muy insoportable.
Incluida yo.
Lo siento por mis hijas.
Realmente quiero decir no tratar con la gente.
Entre más convivo con mis hijas, menos tolero a los humanos. Ellas son educadas, lindas y sinceras. Nunca me enfadan.
En cambio, la gente ultimamente se ha vuelto muy insoportable.
Incluida yo.
Lo siento por mis hijas.
martes, 29 de septiembre de 2009
Esas pequeñas cosas insoportables
Aún después de escuchar la sentencia no me arrepiento, creo que lo haría de nuevo. No soporto semejante porquería. Desde que nos mudamos a vivir juntos le dije: No dejes la tapa del escusado goteada de miados, es lo único que te pido. Pude soportar casi todo: Sus pedos tronados y apestosos, su ropa regada por todo el camino del baño al cuarto, que no levantara sus platos de la mesa; bueno, hasta que usara mi cepillo de dientes.
Mi suegra me quería comer con la mirada el día de la sentencia, sus ojos irritados parecían salirse de sus orbitas. No se da cuenta que ella es la culpable de todo. Si hubiera educado a su hijito, ésto no habría sucedido. Hubieramos vivido en sana paz. Esto refuerza mi teoría de que en cada madre hay una potencial fabrica de machos.
Quince años pasan volando. Dice mi abogada que si me porto bien me irán disminuyendo la sentencia. Ya pensé que puedo dar clases a las internas que no sepan leer, ademas de que voy a conseguir un patrocinio para que pongan un taller de pintura, quien quite y descubra talentos escondidos.
Sé que me esperan baños muy sucios, he oído espeluznantes historias de todo lo que me puede pasar acá adentro, con todo y eso no me arrepiento. No me quedaba otra alternativa. La voz en mi cabeza me decía que lo hiciera, hazlo ó lo vas a tener que aguantar hasta que se le ocurra morirse, cincuenta o sesenta años más, ya ves que tu suegro tiene ochenta y dos.
¿Vas a pasarte toda la vida con las nalgas mojadas de miados?
Mi suegra me quería comer con la mirada el día de la sentencia, sus ojos irritados parecían salirse de sus orbitas. No se da cuenta que ella es la culpable de todo. Si hubiera educado a su hijito, ésto no habría sucedido. Hubieramos vivido en sana paz. Esto refuerza mi teoría de que en cada madre hay una potencial fabrica de machos.
Quince años pasan volando. Dice mi abogada que si me porto bien me irán disminuyendo la sentencia. Ya pensé que puedo dar clases a las internas que no sepan leer, ademas de que voy a conseguir un patrocinio para que pongan un taller de pintura, quien quite y descubra talentos escondidos.
Sé que me esperan baños muy sucios, he oído espeluznantes historias de todo lo que me puede pasar acá adentro, con todo y eso no me arrepiento. No me quedaba otra alternativa. La voz en mi cabeza me decía que lo hiciera, hazlo ó lo vas a tener que aguantar hasta que se le ocurra morirse, cincuenta o sesenta años más, ya ves que tu suegro tiene ochenta y dos.
¿Vas a pasarte toda la vida con las nalgas mojadas de miados?
viernes, 25 de septiembre de 2009
Alguien me gusta
Me gusta, pero no sé cómo hacer para que no huya antes de tiempo.
Me gusta, pero no sé de dónde és, ni qué musica le gusta.
Me gusta, y tengo ganas de ser Susanita por unos momentos.
Me gusta, y hace mucho que no me dicen Ale.
Lo siento por él, pero me gusta.
Me gusta, pero no sé de dónde és, ni qué musica le gusta.
Me gusta, y tengo ganas de ser Susanita por unos momentos.
Me gusta, y hace mucho que no me dicen Ale.
Lo siento por él, pero me gusta.
jueves, 17 de septiembre de 2009
Raza bribona
Yo sabré si me enojo o no, muy mi gastritis, muy mi dolor de cabeza, muy mi cara fea. Muy mi pedo si me enojo ó no me enojo.
Me es dificil permanecer inmovil ante las estupideces generadas por mis compañeros burócratas de todos los niveles del organigrama, no es exclusivo para los de abajo. Tal parece que uno de los requisitos que pide el gobierno para contratar personal es tener algun grado de ignorancia, elevado grado de estupidez y valemadrismo indispensable. Desconozco los requisitos, he de ser muy sincera. No sé cómo es que la gran mayoría de los que trabajan para servir, sirven poco y mal. Nunca he sido de las que pertenecen y en éste caso me enorgullezco de ello. Cierto es que estoy generalizando. El Barney me haría tal observacion, pero tambien estaría de acuerdo conmigo si me leyera.
Aunque no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre.
Todo piden gratis. Por qué los mexicanos creemos que nos merecemos todo gratis. Los chilangos para todo piden subsidio: el metro, la tortilla, la luz. Y si no se los conceden, paralizan la ciudad. Y qué decir de los rosaritenses. Aún no me toca conocer un pueblo con tanto bribón como Rosarito; aunque algunos se enojen, ésos que son la excepcion de la regla.
Estoy conciente de que vivímos en un país muy rico, pero muchos no se dan cuenta de que ya nos lo chingamos, bien y bonito. Quiero pensar que son los comerciales que pasan en la television los que generan ese sentimiento de posesion de algunos mexicanos, esos que te preguntan a tí de qué estas orgulloso; y salen unos que de su país, que de su selección (hazme el re-cabron favor!), que de sus hijos. Todo gratis, sin trabajar. Que a toda madre. Si de la misma manera en que reclaman pendejadas, reclamaran en tiempo, forma y lugar, seríamos de primer mundo.
Pero el hubiera, no existe.
Me es dificil permanecer inmovil ante las estupideces generadas por mis compañeros burócratas de todos los niveles del organigrama, no es exclusivo para los de abajo. Tal parece que uno de los requisitos que pide el gobierno para contratar personal es tener algun grado de ignorancia, elevado grado de estupidez y valemadrismo indispensable. Desconozco los requisitos, he de ser muy sincera. No sé cómo es que la gran mayoría de los que trabajan para servir, sirven poco y mal. Nunca he sido de las que pertenecen y en éste caso me enorgullezco de ello. Cierto es que estoy generalizando. El Barney me haría tal observacion, pero tambien estaría de acuerdo conmigo si me leyera.
Aunque no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre.
Todo piden gratis. Por qué los mexicanos creemos que nos merecemos todo gratis. Los chilangos para todo piden subsidio: el metro, la tortilla, la luz. Y si no se los conceden, paralizan la ciudad. Y qué decir de los rosaritenses. Aún no me toca conocer un pueblo con tanto bribón como Rosarito; aunque algunos se enojen, ésos que son la excepcion de la regla.
Estoy conciente de que vivímos en un país muy rico, pero muchos no se dan cuenta de que ya nos lo chingamos, bien y bonito. Quiero pensar que son los comerciales que pasan en la television los que generan ese sentimiento de posesion de algunos mexicanos, esos que te preguntan a tí de qué estas orgulloso; y salen unos que de su país, que de su selección (hazme el re-cabron favor!), que de sus hijos. Todo gratis, sin trabajar. Que a toda madre. Si de la misma manera en que reclaman pendejadas, reclamaran en tiempo, forma y lugar, seríamos de primer mundo.
Pero el hubiera, no existe.
jueves, 3 de septiembre de 2009
lunes, 24 de agosto de 2009
Astuta
Andaba y andaba
con la espina enterrada.
Sólo conocía dolor que la cegaba.
Le sacaron la espina,
y lágrimas.
Aprendio a caminar sin renquear.
La herida sanaba,
despacio.
Sanó.
Conoció el no-dolor.
Ahora esquiva las bonitas espinas.
con la espina enterrada.
Sólo conocía dolor que la cegaba.
Le sacaron la espina,
y lágrimas.
Aprendio a caminar sin renquear.
La herida sanaba,
despacio.
Sanó.
Conoció el no-dolor.
Ahora esquiva las bonitas espinas.
martes, 18 de agosto de 2009
jueves, 6 de agosto de 2009
PENDEJO
Tu de qué te quejas, si no pagas, me dijo el PENDEJO del Sergio. Pero bueno... es que es la usanza: Verse bonita, hacerse un autoretrato de colores en la propia cara para resaltar los ojos, la boca, que tiene que estar de lo mas sensual que se pueda (entre más trompuda mejor). La ropita, que sea sexy sin llegar a parecer puta barata, sino puta de marca socialmente aceptada. Que la risa no se oiga muy alto, como un orgasmo contenido, no se vaya a pensar que sabe lo que es eso. Que la conversacion sea de lo mas vana y superflua. No se te ocurra opinar o tener el gusto de algun tema en particular.
Prefiero mil veces pagar mi cheve.
Prefiero mil veces pagar mi cheve.
jueves, 2 de julio de 2009
IDEAS
Tuve que hacerlo, no me dejaste otra alternativa. Te dije que no se te fuera a ocurrir cambiarme por otra, te lo advertí desde el principio pero no me creíste capaz de hacer cualquier cosa. Si no eras mío no ibas a ser de nadie.
Cuando me di cuenta de tus ausencias, de tu falta de ganas, de tu hartazgo, supe que ya no eras mío, pero decidí dejar el curso de las cosas por si reconsiderabas. No sabía con quien me engañabas, si era una en particular o con muchas, con la que se dejara, con la que estuviera sola en ese momento o disponible.
Decidí seguirte sin que me vieras.
Descubrí tu rutina de casa al trabajo y del trabajo a la casa. Descubrí que tenías un estacionamiento con tu nombre para que no te molestaras en buscar, lo cual habla de la estima en la que te tiene la empresa. Raras veces te asomas por los enormes ventanales de tu oficina. La vista es maravillosa, pero la agorafobia te impide disfrutarla. Tu secretaria llega 10 minutos antes que tú. Después de dejar su bolso en el escritorio, presta hace el café para que cuando abras la puerta, la cafetera esté aventando la última gota de café colado que llenará tu taza con dos cucharas de azúcar moscabado. La odio. Siempre usa faldas que demuestran sus curvas. Me pregunto cuantas veces le encimaste las manos. Después me ocuparé de ella.
Descubrí que no mentías cuando decías que ibas al dominó los jueves por la noche. Salías convertido en un gusano de maguey. Ignoro como llegabas ileso a tu casa, abrías los dos candados de la puerta de entrada y subías las escaleras sin caerte. Debes de tener una gran tolerancia, por que no cualquiera aguanta cinco horas seguidas de alcohol. Con tanta cerveza que tomas era para que tuvieras un abdomen bastante abultado. No sé como conseguiste evitarlo.
Me di cuenta de cómo te comías con los ojos a cuanta mujer te pasaba por enfrente. No distinguías edades, colores, tamaños ni formas. Así fuera una escoba, tú la atravesabas con la mirada. Una ocasión estuve a punto de salirte al paso y reventarte la cara a bofetadas, pero me mordí el índice derecho para calmar el ímpetu de hacerlo. No iba a echar a perder lo que había planeado por un momento de rabia. Me tranquilice y decidí picar las llantas de tu camioneta que recién habías comprado, una noche antes de irnos de viaje por carretera. Estabas profundamente dormido, el somnífero disuelto en la cerveza que te tomaste con la cena hizo su efecto. Yo no pude dormir de la emoción esperando el momento para levantarme de tu lado, bajar a la cocina para beber un vaso con agua y de paso tomar el pica hielo que tenías olvidado en el cajón de las cucharas, salir al jardín por la puerta de atrás, llegar al estacionamiento donde estaba la camioneta ya cargada con lo que nos llevaríamos al viaje: La hielera, las sillas, la casa de campar, la caña de pescar. Piqué las dos llantas traseras, las que quedaban cerca de la banqueta. Ese fin de semana decidí perdonarte.
Continué siguiéndote para ver si descubría algo más.
Y descubrí que cuando llegabas tarde a nuestras citas era por quedarte leyendo el periódico en el bar del dominó. Después del trabajo llegabas por una cerveza y por un espacio tranquilo en el cual pudieras meterte en el periódico a descubrir qué había sucedido durante el día en el cual tú estabas absorto en asuntos menos importantes para el mundo en tu oficina. Y por eso eran las impuntualidades al cine, o a cenar, o al teatro que no te gustaba. Y ahí estaba yo en mi departamento, esperando que llegaras, molesta y preocupada sin saber que no tenías la mínima intención de llegar a tiempo. E imaginaba que estabas con alguien que no era yo. Y te quería matar por ello.
Cuando nos invitaron a la boda del hijo de tu jefe acepté ir, pero a ultimo momento me fingí enferma para que fueras solo y poder espiar cómo te comportabas sin mí en un evento social. Te divertiste mucho, reías; bailaste toda la noche con alguien que no era yo, siempre con la misma, no logré identificarla. Te veía desde la puerta de los meseros que amablemente me dejaron pasar, son las ventajas de parecer gente decente. Pasaste frente a mí justo cuando ponías tu mano debajo de su espalda y la besabas. Al poco tiempo te saliste de la fiesta con ella. La subiste a tu coche, le abriste la puerta. La llevaste a su casa. Saliste tan rápido del auto que olvidaste poner la alarma. Te invitó a pasar. Aceptaste. Saliste antes de que el sol lo hiciera. Ya en el trayecto descubriste el vidrio trasero completamente estrellado.
Para celebrar tu cumpleaños preparé tu comida favorita: Sirloin a las finas hierbas. Me alegra que tu mejor amigo y su mujer aceptaran la invitación. Al parecer a todos les gustó la cena. Tu porción fue hecha exclusivamente para ti con una mezcla especial de hierbas comunes y corrientes, preparadas con la finura de un ancestral veneno orgánico. La porción exacta de hierbabuena, albahaca, romero y orégano sazonados con pimienta negra en polvo y medio ajo molido. Todo en cantidades suficientes para acelerar tu corazón.
Te dije que si no eras mío no serías de nadie.
Cuando me di cuenta de tus ausencias, de tu falta de ganas, de tu hartazgo, supe que ya no eras mío, pero decidí dejar el curso de las cosas por si reconsiderabas. No sabía con quien me engañabas, si era una en particular o con muchas, con la que se dejara, con la que estuviera sola en ese momento o disponible.
Decidí seguirte sin que me vieras.
Descubrí tu rutina de casa al trabajo y del trabajo a la casa. Descubrí que tenías un estacionamiento con tu nombre para que no te molestaras en buscar, lo cual habla de la estima en la que te tiene la empresa. Raras veces te asomas por los enormes ventanales de tu oficina. La vista es maravillosa, pero la agorafobia te impide disfrutarla. Tu secretaria llega 10 minutos antes que tú. Después de dejar su bolso en el escritorio, presta hace el café para que cuando abras la puerta, la cafetera esté aventando la última gota de café colado que llenará tu taza con dos cucharas de azúcar moscabado. La odio. Siempre usa faldas que demuestran sus curvas. Me pregunto cuantas veces le encimaste las manos. Después me ocuparé de ella.
Descubrí que no mentías cuando decías que ibas al dominó los jueves por la noche. Salías convertido en un gusano de maguey. Ignoro como llegabas ileso a tu casa, abrías los dos candados de la puerta de entrada y subías las escaleras sin caerte. Debes de tener una gran tolerancia, por que no cualquiera aguanta cinco horas seguidas de alcohol. Con tanta cerveza que tomas era para que tuvieras un abdomen bastante abultado. No sé como conseguiste evitarlo.
Me di cuenta de cómo te comías con los ojos a cuanta mujer te pasaba por enfrente. No distinguías edades, colores, tamaños ni formas. Así fuera una escoba, tú la atravesabas con la mirada. Una ocasión estuve a punto de salirte al paso y reventarte la cara a bofetadas, pero me mordí el índice derecho para calmar el ímpetu de hacerlo. No iba a echar a perder lo que había planeado por un momento de rabia. Me tranquilice y decidí picar las llantas de tu camioneta que recién habías comprado, una noche antes de irnos de viaje por carretera. Estabas profundamente dormido, el somnífero disuelto en la cerveza que te tomaste con la cena hizo su efecto. Yo no pude dormir de la emoción esperando el momento para levantarme de tu lado, bajar a la cocina para beber un vaso con agua y de paso tomar el pica hielo que tenías olvidado en el cajón de las cucharas, salir al jardín por la puerta de atrás, llegar al estacionamiento donde estaba la camioneta ya cargada con lo que nos llevaríamos al viaje: La hielera, las sillas, la casa de campar, la caña de pescar. Piqué las dos llantas traseras, las que quedaban cerca de la banqueta. Ese fin de semana decidí perdonarte.
Continué siguiéndote para ver si descubría algo más.
Y descubrí que cuando llegabas tarde a nuestras citas era por quedarte leyendo el periódico en el bar del dominó. Después del trabajo llegabas por una cerveza y por un espacio tranquilo en el cual pudieras meterte en el periódico a descubrir qué había sucedido durante el día en el cual tú estabas absorto en asuntos menos importantes para el mundo en tu oficina. Y por eso eran las impuntualidades al cine, o a cenar, o al teatro que no te gustaba. Y ahí estaba yo en mi departamento, esperando que llegaras, molesta y preocupada sin saber que no tenías la mínima intención de llegar a tiempo. E imaginaba que estabas con alguien que no era yo. Y te quería matar por ello.
Cuando nos invitaron a la boda del hijo de tu jefe acepté ir, pero a ultimo momento me fingí enferma para que fueras solo y poder espiar cómo te comportabas sin mí en un evento social. Te divertiste mucho, reías; bailaste toda la noche con alguien que no era yo, siempre con la misma, no logré identificarla. Te veía desde la puerta de los meseros que amablemente me dejaron pasar, son las ventajas de parecer gente decente. Pasaste frente a mí justo cuando ponías tu mano debajo de su espalda y la besabas. Al poco tiempo te saliste de la fiesta con ella. La subiste a tu coche, le abriste la puerta. La llevaste a su casa. Saliste tan rápido del auto que olvidaste poner la alarma. Te invitó a pasar. Aceptaste. Saliste antes de que el sol lo hiciera. Ya en el trayecto descubriste el vidrio trasero completamente estrellado.
Para celebrar tu cumpleaños preparé tu comida favorita: Sirloin a las finas hierbas. Me alegra que tu mejor amigo y su mujer aceptaran la invitación. Al parecer a todos les gustó la cena. Tu porción fue hecha exclusivamente para ti con una mezcla especial de hierbas comunes y corrientes, preparadas con la finura de un ancestral veneno orgánico. La porción exacta de hierbabuena, albahaca, romero y orégano sazonados con pimienta negra en polvo y medio ajo molido. Todo en cantidades suficientes para acelerar tu corazón.
Te dije que si no eras mío no serías de nadie.
La sonrisa permanente
Divorciarse en los tiempos modernos es cosa de todos los días. Pero divorciarse después de haber parido ocho hijos del marido con el que se estuvo casada por treinta y siete años, es otra cosa.
María Clara fue madre al año de haberse casado con un muchacho al que había visto dos veces en Cuitzeo. Nicasio era un buen hombre, la trataba bien y le proveía de lo necesario para vivir. Utilizaron el matrimonio como un escape, sin saberlo ambos querían un cambio de vida. Y aunque sentían atracción el uno por el otro, no había tiempo para dejar crecer el afecto, el hambre apremiaba y había que hacerse cargo de ello. Después de la llegada del tercer hijo, decidieron probar suerte en otro lado y se mudaron a La Conquista, que en aquellos años significaba abundancia. La vida les cabía en dos maletas. Se instalaron en el segundo piso de una vecindad del centro de la ciudad, fea y pobre, descolorida, llena de basura y perros flacos pesados de pulgas. Vivieron ahí cerca de diez años en los cuales procrearon cuatro hijos más. Nicasio era chofer de camión de carga y trabajaba desde antes de que el sol se asomara a la tierra. El cambio de vida no le quitó sus buenas costumbres. María Clara se dedicaba al hogar y a los hijos. Y al intercambio de ideas con sus vecinas, actividad en la que le empleaba demasiados minutos del día.
Los primeros años de su matrimonio se la pasó amamantando la mayor parte del tiempo. Los hijos grandes se ocupaban de los pequeños, ya que a María Clara con dificultad le alcanzaba el día para hacer comida para tantos, lavar y planchar la ropa, asear la casa y estar al pendiente de todo por cuanto pasaban los vecinos y los protagonistas de la telenovela de las ocho.
El trabajo de Nicasio no se notaba, los gastos familiares aumentaban y el ingreso seguía siendo el mismo. Con el paso de los años y un montón de carencias materiales, lograron ahorrar lo suficiente para comprar una casa en una colonia marginada fuera de la ciudad, sin imaginar que dentro de varios lustros esa propiedad aumentaría muchas veces su valor monetario, además del sentimental. En esa vida llena de hijos y de pobreza, nadie conocía las caricias: ni entre padres e hijos ni entre esposos. Para entonces los hijos mayores trabajaban al tiempo que iban a la escuela, por lo que la carga para Nicasio disminuía mientras su vida se hacía más cómoda.
María Clara aprendió a leer a la par que su hija más pequeña, pareciera que madre e hija cursaban la primaria juntas. Con la lectura, María Clara descubría nuevos mundos. Todo lo que para ella era novedad, para sus hijos era cotidiano. Se pasaba horas leyendo libros, periódicos y hasta las latas de comida. Al darse cuenta de que el aporte de Nicasio no era suficiente, decidió volverse comerciante dela noche a la mañana, con tal de proveer a sus hijos lo que iban necesitando. Gastaba cada vez más en las escuelas y el proveedor original se estaba quedando corto. Los hijos mayores empezaban a hacer sus vidas aparte, pero aún quedaban los pequeños, por lo que María Clara no le pidió parecer a su marido y empezó a contribuir con el gasto, lo que la convirtió en las tijeras que cortaran la cadena de toda una generación de amas de casa en su árbol genealógico.
Pasaron los años dejando a María Clara y Nicasio solos, después de que el último de sus hijos se casara. Se dieron cuenta que hacía mucho tiempo que no sabían nada uno del otro, o que en realidad nunca se conocieron. Se veían a diario a la hora de comer y de dormir, solo cruzaban dos o tres frases, sin la mínima pizca de afecto pero cargadas de rutina. Nicasio se jubiló y pasaba las horas en el taller mecánico que hizo en el patio de la casa. María Clara cada vez era más exitosa en sus ventas, al grado que pudo comprarse un carro para ampliar su área de trabajo. Así empezó a conocer a mucha gente de varios lados, de diversos oficios, de todos los niveles sociales y económicos. Se hizo de amigas con las que se iba a desayunar, otras con las que iba de compras. Tenía clientes para los que no pasaba desapercibida. Y conoció miradas que nunca imagino que existieran, que la emocionaban y sonrojaban, miradas que la envolvían en un abrazo cálido y le hacían sentir algo nuevo y desconocido hasta entonces, algo agradable, que le dejaba la sonrisa en el rostro por varios días.
Nicasio cada vez la veía menos. Un buen día se dio cuenta de la sonrisa que estaba instalada en el rostro de María Clara. Las pocas veces que coincidían él aprovechaba para reclamarle sus prolongadas ausencias. Se burlaba de la nueva vida de su mujer, le criticaba su atuendo o su peinado o lo que fuera. Se inventó una enfermedad para llamar la atención, pero María Clara seguía con la sonrisa estacionada en los labios. En automático le servía el desayuno, le arrimaba sus medicinas y antes de que Nicasio pudiera continuar con los reclamos, salía corriendo alegando querer ganarle al tráfico, algo que nunca se imaginó que fuera a salir de su boca.
María Clara salía a ponerse en contacto con las calurosas sensaciones que tanto le gustaban.
Un día como cualquier otro, le anunció a Nicasio que se iba de la casa, que lo dejaba. Nicasio pensó que era otra nueva locura de su mujer, decidió no darle importancia y optó por contestarle con evasivas. Al darse cuenta María Clara que no era tomada en serio, decidió hablar con todos sus hijos y participarles de su decisión. Tuvo como respuesta todo tipo de reacciones de las más inesperadas: Risas de parte de los más nerviosos, llanto de algunas hijas, carcajadas y gritos de los hijos más tradicionalistas. Aunque finalmente todos acabaron por aceptar la decisión de su madre, preguntándose si su padre la golpeaba, la maltrataba o la engañaba. Lo que no imaginaban era que María Clara conoció un nuevo mundo en el cual Nicasio no cabía, en el que había sensaciones agradables, miradas que le provocaban algo que no sabía como llamarle, pero que sabía que la hacían feliz.
A todos les sorprendió que ya tuviera donde vivir, lo que les hizo pensar en todo el tiempo que gastó planeando su decisión. También se preguntaban si había algún hombre en la vida de su madre. Como si se hubieran ofendido ellos mismos, de inmediato borraron esa idea de sus mentes, mientras que notaban la sonrisa instalada en la cara de su madre sin la mínima intención de desaparecer.
Tu madre conoció la pasión, le dijeron a la más pequeña. Esa frase bastó para que le retirara el habla a su mejor amiga por espacio de tres meses.
Nicasio estaba devastado. Aquella supuesta enfermedad resultó ser angina de pecho. Al llegar a su casa y ver la soledad que ahora lo acompañaba, su cuerpo externaba lo que su alma sentía; conoció la palabra insomnio, aprendió a recordar detalles que nunca antes tomó en cuenta. Valoró la comida caliente y la cama con su mujer al lado. Añoraba la hora de la cena, llena de hijos y de gritos. Todos los recuerdos aparecieron con la ausencia de María Clara. Un día se descubrió llorando. No recordaba la última vez que lo había hecho. Lloró tanto y cuanto lloran los hombres abandonados. Se quedó en los brazos de Morfeo con los ojos mojados y suspirando. Y en un suspiro, aquellos suspiros empezaban a ser una manifestación de su angina de pecho. La última imagen en su mente fue la de María Clara con su sonrisa permanente.
María Clara fue madre al año de haberse casado con un muchacho al que había visto dos veces en Cuitzeo. Nicasio era un buen hombre, la trataba bien y le proveía de lo necesario para vivir. Utilizaron el matrimonio como un escape, sin saberlo ambos querían un cambio de vida. Y aunque sentían atracción el uno por el otro, no había tiempo para dejar crecer el afecto, el hambre apremiaba y había que hacerse cargo de ello. Después de la llegada del tercer hijo, decidieron probar suerte en otro lado y se mudaron a La Conquista, que en aquellos años significaba abundancia. La vida les cabía en dos maletas. Se instalaron en el segundo piso de una vecindad del centro de la ciudad, fea y pobre, descolorida, llena de basura y perros flacos pesados de pulgas. Vivieron ahí cerca de diez años en los cuales procrearon cuatro hijos más. Nicasio era chofer de camión de carga y trabajaba desde antes de que el sol se asomara a la tierra. El cambio de vida no le quitó sus buenas costumbres. María Clara se dedicaba al hogar y a los hijos. Y al intercambio de ideas con sus vecinas, actividad en la que le empleaba demasiados minutos del día.
Los primeros años de su matrimonio se la pasó amamantando la mayor parte del tiempo. Los hijos grandes se ocupaban de los pequeños, ya que a María Clara con dificultad le alcanzaba el día para hacer comida para tantos, lavar y planchar la ropa, asear la casa y estar al pendiente de todo por cuanto pasaban los vecinos y los protagonistas de la telenovela de las ocho.
El trabajo de Nicasio no se notaba, los gastos familiares aumentaban y el ingreso seguía siendo el mismo. Con el paso de los años y un montón de carencias materiales, lograron ahorrar lo suficiente para comprar una casa en una colonia marginada fuera de la ciudad, sin imaginar que dentro de varios lustros esa propiedad aumentaría muchas veces su valor monetario, además del sentimental. En esa vida llena de hijos y de pobreza, nadie conocía las caricias: ni entre padres e hijos ni entre esposos. Para entonces los hijos mayores trabajaban al tiempo que iban a la escuela, por lo que la carga para Nicasio disminuía mientras su vida se hacía más cómoda.
María Clara aprendió a leer a la par que su hija más pequeña, pareciera que madre e hija cursaban la primaria juntas. Con la lectura, María Clara descubría nuevos mundos. Todo lo que para ella era novedad, para sus hijos era cotidiano. Se pasaba horas leyendo libros, periódicos y hasta las latas de comida. Al darse cuenta de que el aporte de Nicasio no era suficiente, decidió volverse comerciante dela noche a la mañana, con tal de proveer a sus hijos lo que iban necesitando. Gastaba cada vez más en las escuelas y el proveedor original se estaba quedando corto. Los hijos mayores empezaban a hacer sus vidas aparte, pero aún quedaban los pequeños, por lo que María Clara no le pidió parecer a su marido y empezó a contribuir con el gasto, lo que la convirtió en las tijeras que cortaran la cadena de toda una generación de amas de casa en su árbol genealógico.
Pasaron los años dejando a María Clara y Nicasio solos, después de que el último de sus hijos se casara. Se dieron cuenta que hacía mucho tiempo que no sabían nada uno del otro, o que en realidad nunca se conocieron. Se veían a diario a la hora de comer y de dormir, solo cruzaban dos o tres frases, sin la mínima pizca de afecto pero cargadas de rutina. Nicasio se jubiló y pasaba las horas en el taller mecánico que hizo en el patio de la casa. María Clara cada vez era más exitosa en sus ventas, al grado que pudo comprarse un carro para ampliar su área de trabajo. Así empezó a conocer a mucha gente de varios lados, de diversos oficios, de todos los niveles sociales y económicos. Se hizo de amigas con las que se iba a desayunar, otras con las que iba de compras. Tenía clientes para los que no pasaba desapercibida. Y conoció miradas que nunca imagino que existieran, que la emocionaban y sonrojaban, miradas que la envolvían en un abrazo cálido y le hacían sentir algo nuevo y desconocido hasta entonces, algo agradable, que le dejaba la sonrisa en el rostro por varios días.
Nicasio cada vez la veía menos. Un buen día se dio cuenta de la sonrisa que estaba instalada en el rostro de María Clara. Las pocas veces que coincidían él aprovechaba para reclamarle sus prolongadas ausencias. Se burlaba de la nueva vida de su mujer, le criticaba su atuendo o su peinado o lo que fuera. Se inventó una enfermedad para llamar la atención, pero María Clara seguía con la sonrisa estacionada en los labios. En automático le servía el desayuno, le arrimaba sus medicinas y antes de que Nicasio pudiera continuar con los reclamos, salía corriendo alegando querer ganarle al tráfico, algo que nunca se imaginó que fuera a salir de su boca.
María Clara salía a ponerse en contacto con las calurosas sensaciones que tanto le gustaban.
Un día como cualquier otro, le anunció a Nicasio que se iba de la casa, que lo dejaba. Nicasio pensó que era otra nueva locura de su mujer, decidió no darle importancia y optó por contestarle con evasivas. Al darse cuenta María Clara que no era tomada en serio, decidió hablar con todos sus hijos y participarles de su decisión. Tuvo como respuesta todo tipo de reacciones de las más inesperadas: Risas de parte de los más nerviosos, llanto de algunas hijas, carcajadas y gritos de los hijos más tradicionalistas. Aunque finalmente todos acabaron por aceptar la decisión de su madre, preguntándose si su padre la golpeaba, la maltrataba o la engañaba. Lo que no imaginaban era que María Clara conoció un nuevo mundo en el cual Nicasio no cabía, en el que había sensaciones agradables, miradas que le provocaban algo que no sabía como llamarle, pero que sabía que la hacían feliz.
A todos les sorprendió que ya tuviera donde vivir, lo que les hizo pensar en todo el tiempo que gastó planeando su decisión. También se preguntaban si había algún hombre en la vida de su madre. Como si se hubieran ofendido ellos mismos, de inmediato borraron esa idea de sus mentes, mientras que notaban la sonrisa instalada en la cara de su madre sin la mínima intención de desaparecer.
Tu madre conoció la pasión, le dijeron a la más pequeña. Esa frase bastó para que le retirara el habla a su mejor amiga por espacio de tres meses.
Nicasio estaba devastado. Aquella supuesta enfermedad resultó ser angina de pecho. Al llegar a su casa y ver la soledad que ahora lo acompañaba, su cuerpo externaba lo que su alma sentía; conoció la palabra insomnio, aprendió a recordar detalles que nunca antes tomó en cuenta. Valoró la comida caliente y la cama con su mujer al lado. Añoraba la hora de la cena, llena de hijos y de gritos. Todos los recuerdos aparecieron con la ausencia de María Clara. Un día se descubrió llorando. No recordaba la última vez que lo había hecho. Lloró tanto y cuanto lloran los hombres abandonados. Se quedó en los brazos de Morfeo con los ojos mojados y suspirando. Y en un suspiro, aquellos suspiros empezaban a ser una manifestación de su angina de pecho. La última imagen en su mente fue la de María Clara con su sonrisa permanente.
viernes, 24 de abril de 2009
CAPRICORNIO
Diez y nueve años, una adulta cualquiera. Nuestra amistad ya puede votar en las próximas elecciones; ha sobrevivido novios, amantes, amores, berrinches, divorcios, familias políticas, hijos kilómetros, mudanzas, mascotas y plantones. Los astros dicen que aries y capricornio no se pueden ver ni en pintura. En ésta ocasión se equivocaron, pues ésta aries y ésta capricornio se ven muy bien.
A los quince años el futuro no existe, solo la presión por pasar cálculo diferencial y compartir las respuestas, la preocupación por andar a la moda y por estar flaca. Detesta que grite mi edad a los cuatro vientos. Para mi no es tabú, para ella es una salvajada.
Íbamos todas en el mismo taxi: Fulana, Sutana, Mengana, Perengana, Equis, Ye, Aries y Capricornio. Entonces era una simple compañera que parecería una más, pero el libro de las vidas decía que no. Los Tigres del Norte a todo volumen formaban parte de la decoración del taxi, así como la estrella colgando del espejo retrovisor (llegando a casa tarareábamos que volvía Camelia). Al final del recorrido, era una besadera de despedida en plena tercera y constitución a las cinco de la tarde. Ahí se rompía una taza y se volvía a pegar al día siguiente a las seis treinta de la mañana, tal vez en el mismo taxi. Préstame tus lentes, le pedía mientras se merendaba su porción de verduras insípidas al salir de la escuela. Contra las manchas de la cara, justificaba. El frio nos impedía bajar las ventanas del auto, que iba tan lleno que los alientos de todos los viajeros quedaban en los vidrios, empañándolos, lo cual nos ponía de nervios a esa hora del día y con tanto tráfico en el bulevar. El chofer quitaba la humedad de manera que alcanzábamos a ver el atardecer muy bien, siempre y cuando no llegara el horario de verano.
Vivía en las faldas de un cerro que, diez y nueve años después encuentro pavimentado y con una alta plusvalía. Se veían carretas ir y venir, llevando y trayendo gentes y cosas. Raros eran los carros por ahí.
Así pasó la preparatoria y llego la absurda obligación de definir la vida cuando se es indiferente al mundo, sin tener la más remota idea de maldita la cosa. Tuve que predecir mi futuro incierto ante una secretaria ceñida en un traje sastre color guinda. Ocupo una ficha. Para qué carrera. La que usted quiera. Olvidé respirar por un momento. La mujer me miró desde su uniforme apretado y me recomendó que regresara una vez que lo hubiera pensado mejor. En ese instante me sentí liberada. Al salir del recinto mi mente se aclaró: Quiero vagar por el mundo. Al día siguiente todos sabían los pormenores de todos excepto yo. Diez años después llegaría la telefonía a mi casa.
Vagamos un año completo de martes a domingos, cuando en Tijuana se parrandeaba sin preocuparse de nada. Antros, conciertos y eventos. Ese verano la playa fue nuestra. Un sábado nos quedamos dormidas boca abajo por espacio de dos horas. Las cervezas se calentaron, pero llegaron unos quita-sed muy oportunos justo antes de irnos. Al día siguiente las espaldas de colores no toleraban un brasier ni un abrazo, aunque fuera con mucho cariño. Al final de ese año empezaron las distancias dictadas por los estudios, cada fin de semestre nos reencontrábamos para ponernos al tanto con las vidas y era como si nos hubiéramos visto ayer.
Llegaron los hombres con litros de lágrimas para cada una, lo cual nos hizo descubrir que teníamos hombros fuertes. Pasaron graduaciones y fotos del recuerdo, bodas y viajes. Los temas nunca terminan: El hombre nuevo, el trabajo nuevo, de qué color me pinto el pelo, cuál color para la habitación del bebé. A pesar de los caminos tan distintos siempre aparece una bifurcación que nos hace coincidir. Y si no la hubiere la inventamos, so pretexto de una taza de café a las 10 de la noche al final de la jornada. Cronos empieza a manifestarse, aunque nuestros pranas vayan en aumento; la flora intestinal está tan gastada como el cartílago de las rodillas. La vista ya se nos cansó y aún quedan muchas anécdotas de todos los sabores, pero con una taza de café saben mejor. Tengo claro que soy el duende al final del arcoíris.
A los quince años el futuro no existe, solo la presión por pasar cálculo diferencial y compartir las respuestas, la preocupación por andar a la moda y por estar flaca. Detesta que grite mi edad a los cuatro vientos. Para mi no es tabú, para ella es una salvajada.
Íbamos todas en el mismo taxi: Fulana, Sutana, Mengana, Perengana, Equis, Ye, Aries y Capricornio. Entonces era una simple compañera que parecería una más, pero el libro de las vidas decía que no. Los Tigres del Norte a todo volumen formaban parte de la decoración del taxi, así como la estrella colgando del espejo retrovisor (llegando a casa tarareábamos que volvía Camelia). Al final del recorrido, era una besadera de despedida en plena tercera y constitución a las cinco de la tarde. Ahí se rompía una taza y se volvía a pegar al día siguiente a las seis treinta de la mañana, tal vez en el mismo taxi. Préstame tus lentes, le pedía mientras se merendaba su porción de verduras insípidas al salir de la escuela. Contra las manchas de la cara, justificaba. El frio nos impedía bajar las ventanas del auto, que iba tan lleno que los alientos de todos los viajeros quedaban en los vidrios, empañándolos, lo cual nos ponía de nervios a esa hora del día y con tanto tráfico en el bulevar. El chofer quitaba la humedad de manera que alcanzábamos a ver el atardecer muy bien, siempre y cuando no llegara el horario de verano.
Vivía en las faldas de un cerro que, diez y nueve años después encuentro pavimentado y con una alta plusvalía. Se veían carretas ir y venir, llevando y trayendo gentes y cosas. Raros eran los carros por ahí.
Así pasó la preparatoria y llego la absurda obligación de definir la vida cuando se es indiferente al mundo, sin tener la más remota idea de maldita la cosa. Tuve que predecir mi futuro incierto ante una secretaria ceñida en un traje sastre color guinda. Ocupo una ficha. Para qué carrera. La que usted quiera. Olvidé respirar por un momento. La mujer me miró desde su uniforme apretado y me recomendó que regresara una vez que lo hubiera pensado mejor. En ese instante me sentí liberada. Al salir del recinto mi mente se aclaró: Quiero vagar por el mundo. Al día siguiente todos sabían los pormenores de todos excepto yo. Diez años después llegaría la telefonía a mi casa.
Vagamos un año completo de martes a domingos, cuando en Tijuana se parrandeaba sin preocuparse de nada. Antros, conciertos y eventos. Ese verano la playa fue nuestra. Un sábado nos quedamos dormidas boca abajo por espacio de dos horas. Las cervezas se calentaron, pero llegaron unos quita-sed muy oportunos justo antes de irnos. Al día siguiente las espaldas de colores no toleraban un brasier ni un abrazo, aunque fuera con mucho cariño. Al final de ese año empezaron las distancias dictadas por los estudios, cada fin de semestre nos reencontrábamos para ponernos al tanto con las vidas y era como si nos hubiéramos visto ayer.
Llegaron los hombres con litros de lágrimas para cada una, lo cual nos hizo descubrir que teníamos hombros fuertes. Pasaron graduaciones y fotos del recuerdo, bodas y viajes. Los temas nunca terminan: El hombre nuevo, el trabajo nuevo, de qué color me pinto el pelo, cuál color para la habitación del bebé. A pesar de los caminos tan distintos siempre aparece una bifurcación que nos hace coincidir. Y si no la hubiere la inventamos, so pretexto de una taza de café a las 10 de la noche al final de la jornada. Cronos empieza a manifestarse, aunque nuestros pranas vayan en aumento; la flora intestinal está tan gastada como el cartílago de las rodillas. La vista ya se nos cansó y aún quedan muchas anécdotas de todos los sabores, pero con una taza de café saben mejor. Tengo claro que soy el duende al final del arcoíris.
jueves, 16 de abril de 2009
Imagenes poéticas
Un día antes. Unas horas antes. Ya ni la chingo.
1.- Canción, cometa, beso.
2.- Ojo, calabaza, picante.
3.- Claridad, paliacate, crepúsculo.
4.- Talúd, caballo, constancia.
5.- Respiración, oscuridad, teléfono.
6.- Arena, dolor, pintura.
7.- Camino, fuerza, olla.
Nos vemos mañana.
1.- Canción, cometa, beso.
2.- Ojo, calabaza, picante.
3.- Claridad, paliacate, crepúsculo.
4.- Talúd, caballo, constancia.
5.- Respiración, oscuridad, teléfono.
6.- Arena, dolor, pintura.
7.- Camino, fuerza, olla.
Nos vemos mañana.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)