Los gatos pueden entrar y salir toda la noche si se les permite. No les importa que me haya pasado todo el día detras del mostrador, poniendo mi cara bonita y amable; no importa que las piernas me duelan ni que los pies tomen la forma de mis zapatos de tacon. Ellos tienen que entrar a comer, a tomar agua, a subirse a mi cama, a trepar mis caderas como lo hacen con el sillon. Una vez cubiertas sus necesidades, cuando retomo el sueño y algo lindo aparece, que me saca de mi jodida realidad, que me transporta a un primer bocado de algun delicioso manjar o a un apasionado beso de mi amado onírico, entonces maullan, quieren salir, lloran y gritan pidiendo salir, exigiendo salir en ése momento, ya, urgente.
Las noches completas no existen más.
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