miércoles, 12 de noviembre de 2014

Parte 1

Manejaba entrada la madrugada, esa hora cuando la noche se ve bien negra y si no hay luna, alumbran las estrellas. Prendió un cigarro, la ventana abierta permitía que el aire le diera en la cara e invadiéndolo, dejaba una estela olorosa a tabaco por toda la avenida Internacional. La ausencia de indigentes cruzando le dejaba ir tranquilamente a cien kilómetros por hora. Tranquilamente. La mente serena, así como el camino a casa. Recién venia de dejar a su ultima conquista en la puerta de su casa. Subiendo la cuesta de la Internacional apareció su conciencia en el asiento del copiloto. No sabia si era hombre o mujer. Supuso que el exceso de alcohol le distorsionaba la realidad. -Qué se siente, le preguntó. Él parpadeó repetidamente, incrédulo. Abrió los ojos de forma que casi se le salen de sus órbitas. Volvió a voltear y no, no desaparecía. Ahí seguía blanco, o blanca, como lo prefiera el lector. Casi transparente, pelo blanco, sin arrugas, de sonrisa burlona y con ojos negros, grandes y expresivos.
-Si, aquí sigo. Soy yo, o soy tu, como lo prefieras. Ya vas por el segundo cigarro y no me haz contestado. Qué se siente?

Los efectos de los dos litros de cerveza desaparecieron. Le sobrevino taquicardia y una sequedad en la boca nunca antes experimentada.

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