El bimestre primero del dos mil catorce ha pintado genial. Mucho bueno; esto parece la parte de arriba de la montana Rusa. Y que bueno, por que ya estuve mucho tiempo en la parte de abajo y bajo el agua, y el agua era agua puerca. O sea, de la chingada, pa' que me entienda.
Eso únicamente significa que aprendí a nadar. Y hablando de nadar, estoy aprendiendo a surfear. Si, nadar en el mar es otro pedo. El solo hecho de estar sentada en la tabla, mas allá de la orilla del mar ha sido fabuloso. Si, fabuloso de fabula: parece mentira tanta serenidad. El agua helada no se siente después de haberme zambullido en ella. Mis ojos me mientan la madre por tanta sal, pero llegando a casa los lavo con exceso de agua sin sal y se acaba el problema.
El tal cupido ha llegado a instalarse. Me resistí por algún tiempo, pero así como yo aprendí a nadar en el mar, él aprendió a esperar. Y me esperó. A que sanaran las heridas, a que fuera el tiempo. La paciencia me ha llevado a aprender muchas cosas, por las buenas y por las malas.
La onda es dejar abierta la ventana, pero ponerle mosquitero.
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