Había que caerse y levantarse muchas veces, cada quien sus veces.
Había que irse de hocico, encontrar un pozo y tocar fondo; subir a la nube y ver que no era.
Había que olvidarse por completo uno del otro; tenía que llegar mucha gente y otra tanta irse.
Había que emborracharse hasta perderse; valer madres los domingos y enclaustrarse cada quien a pensar, como José Alfredo, que la vida no vale nada.
Había que recorrer muchos caminos o los mismos caminos muchas veces; vivir en otros lados y tratar con otra gente.
Había que ir a la guerra con los fusiles levantados previamente; cada quien a su guerra, a pelear hasta no morir.
Para regresar una noche tranquila de miradas alineadas, la luna brillando y burlándose del tiempo que nos prestó para levantar armas y aprender a derribar dragones. Mientras la vida nos deja ver que ya está todo arreglado desde antes.
Desde siempre.
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