Para obtener el premio de los derechos humanos, tuvieron que matarle un hijo. Tuvo ella que buscar quién, por qué y cómo lo mataron. Hizo el trabajo de las autoridades policiales, ese rubro que se lleva un madral de millones de pesos del presupuesto de egresos cada año; en esas autoridades que se sustentan gracias al erario publico, o sea, los impuestos que pagamos todos los ciudadanos de a pié, a los que nos afecta que suba la gasolina mes con mes, a los que nos afecta que suban el ISR, que suba la tortilla, el gas, el pésimo transporte publico; el iva que aparece al final de la cuenta del supermercado.
Y todavía sube la pobre de doña Isabel Miranda de Wallace, muy sonriente, a recibir su premio de mierda, sin escupirle la cara a Calderon. El premio debería de ser por el mejor estómago del año.
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