Corrí mi primera
carrera. Cinco kilómetros, fue muy satisfactorio, de entrada por que terminé la
carrera, seguido por que mejoré mi marca, seguido por que me di cuenta, otra
vez, de que la mente es una hija de la chingada. Me explico: Antes de los dos
kilómetros, ya me andaba rajando. Pensaba mil y un pendejadas de lo más
absurdas que se pueda Usted imaginar. A esas alturas pensaba: “Pura madre que
me rajo, no van ni dos kilómetros Alejandra, no mames!”. Y seguí corriendo.
Cuando llegué a los tres kilómetros, me sentía a toda madre, pero nomas escuché
que eran cuatro kilómetros, me empezaron a doler las piernas, el chamorro, que
le llaman. Me quiso dar un calambre, pero no me dio. Pero el colmo de la
chingadera fue que antes de los cien metros para llegar a la meta, me dio
un bronco espasmo. Yo no soy asmática ni alérgica.
Cuando empecé a respirar haciendo un silbido me dije a mi misma:
"Déjate de chingaderas, si tú no eres asmática ¿qué pedo con
ese silbido? Respiras por la nariz y terminas la carrera, no se hable
más".
Cuando
terminé la carrera me di cuenta de que la carrera fue contra mi mente, nada ni
nadie más. Mi respiración se regularizó casi de inmediato. Tomé agua y jugo, me
estiré, me hice güey un rato y me fui.
Si
así fue para una carrera, ¿Cómo será para situaciones bifurcantes y
tomas de decisiones y esas cosas de gente grande?
Prometo
no olvidar.